sábado, 31 de agosto de 2013

Dinero vaticano

El laicismo debe de creer que las dos dracmas que a indicación de Jesús sacó el apóstol del pez para pagar el diezmo es un caso claro de ocultación de bienes, lo que explica -de aquellos reintegros estos débitos- la situación del Banco Vaticano, tan parecido, a juicio de los progres, al Banesto de Mario Conde que para ser idénticos bastaría sustituir el agua bendita por el fijador.
Para que prospere la idea de que la Santa Sede es un nido de corrupción no puede faltar ninguno de los ingredientes tradicionales en los que se sustenta la novela negra de trama católica: un Papa, el emérito, que no se entera, unos lugartenientes que no la hacen limpia y unos capellanes expertos en jugar sucio. Y dinero, mucho dinero, de por medio. No sería extraño que un día de estos los periódicos de trinchera informen de que un camarlengo, gran aficionado al ciclismo, traficaba con los cepillos para invertir en coches escoba.

2 comentarios:

  1. Ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio,Javier.
    Llega un momento en que la Iglesia ha de saber que debe hacer sin escuchar más voz que la del Señor y que eso conlleve seguirle al pie de la letra.
    Buen domingo.

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  2. Yo, para dejarlos en evidencia, siempre les preguntó por sus obras de caridad.

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