sábado, 29 de noviembre de 2014

Tarragona y el toro

En ese monumento al dolor que es la elegía a Ramón Sitjé, el amigo de Miguel Hernández ocupa y estercola la tierra, que es lo que con menos lirismo encima hace en cualquier Belén español el caganer, esa figura que, además de aclarar lo inoportuno que es siempre el apretón, encaja en el Nacimiento porque, al oficiar de contrapunto de la lavandera, evidencia que con la heterogeneidad del hombre construye Dios la armonía del mundo.
El personaje tiene hueco incluso en belenes de aficionados merengues  que se huelen que el caganer es del Barça. Esto es así porque en el catolicismo la nacionalidad nunca cursa en contra de nadie.  Nada que ver con la decisión del Ayuntamiento de Tarragona de prohibir que en los tenderetes de las tiendas de recuerdos luzcan la muñeca con traje de gitana y el toro con traje de Osborne. Si es por motivos estéticos, lo entiendo, porque mi abuela materna tenía a los dos encima de la tele Elbe, sobre un tapete de croché, y me da a mí que las pesadillas en UHF que hube de tener por aquella época son el origen de esta cabeza que tengo.
La causa de la prohibición, empero, no es el buen gusto, sino el nacionalismo, esa epidemia con efectos inmunodepresores en el sentido común  de una parte de la clase política catalana, que otorga al pellizco de monja rango de cardenal. La medida es una patada al aire, salvo que decida también retirar de las vitrinas de los mercados de abastos el queso de Burgos y declare alimento non grato en los ultramarinos de barrio al chorizo de Cantimpalos.
Por no hablar de que resulta incoherente el llamamiento del consistorio a los comerciantes para que sustituyan una tradición por otra, la española por la catalana, sin tener en cuenta que en un determinado caso tienen ambas como raíz la dehesa. Suprimir el torito bravo por un novillo de correbous  no tiene sentido.  Salvo que los munícipes tarraconenses arguyan que a éste, como lleva los cuernos prendidos, lo utilizan para reducir la tarifa eléctrica del alumbrado público porque aprovechan el resplandor del astado para quitar los plomos. Que no me extrañaría.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Florentino y la Cruz

Me pregunto si Florentino se ha planteado convencer a su nueve puro de que exija a los aficionados de Abu Dhabi que le llamen de usted para que ninguno se refiera a él como Cristiano, nombre que perjudica los intereses económicos del Madrid en el mundo árabe tanto o más que la Cruz que ha suprimido el club del escudo oficial en el país musulmán para evitar la susceptibilidad del nuevo patrocinador. También me pregunto si lo siguiente del presidente merengue será pedir a Villar que interceda para que su paisano Aurtenetxe acceda a que el partido de cuartos ante el Athletic no se juegue en San Mamés.
Lo que no me pregunto es lo que sé. Sé, Por ejemplo, que Florentino no da el perfil de mártir. No me imagino a un misionero en Nigeria quitándose la medalla de la Virgen de las Angustias para despistar a Boko Haram, pero creo que este hombre, si hay negocio, no dudaría en entablar relaciones con el círculo Podemos tercera república, siempre que esté patrocinado por Venezuela, para sustituir la corona del escudo por un camafeo de Maduro. Tampoco me extrañaría que, con tal de contentar al patrocinador árabe, proponga a Ancelotti que ante la eventualidad de que alguien remate en plancha, que es cosa de mujeres, toda la delantera del Real lleve puesto el burka.

Iglesia con seny

La Asamblea Nacional Catalana cree que la independencia es el caldo de cultivo idóneo para que surja una Iglesia propia adscrita a Roma, pero no a Madrid, a fin de sustituir la intransigencia por el seny. Una Iglesia cuyo refinamiento no se derive de haber estudiado en los jesuitas, sino de saberse superior, que es como se siente este colectivo, apenado porque el yugo castellano ha impedido que el clero autóctono deje su impronta de grandeza en la historia, pues, en su opinión, una Iglesia catalana habría sido más culta que la española, lo que, aunque ambos se elevan, revela que para esta gente los místicos del Siglo de Oro están por debajo de los castellers de la feria pasada.
La nueva Iglesia catalana, por lo sutil, sería algo así como el Barça de Pep, de modo que la Conferencia Episcopal Española oficiaría entonces de Madrid de Mourinho, de contrarreforma. Aún así, no creo que la Asamblea quiera una Iglesia propia para que Els segadors disputen a San Isidro la labranza de la viña del Señor ni para priorizar la inmersión lingüística al Verbo. Ni siquiera para revisar el Nuevo Testamento al objeto de reflejar a Jesús como un charnego que chapotea en el Jordán mientras entona Nací en el Mediterráneo. A mí me parece que lo que la Asamblea quiere es nacionalizar el perdón de los pecados para que la tacañería, que es la avaricia de niña, no compute como tal.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La trampa del elogio

La actitud de Podemos con IU, amablemente despectiva, equivale a la palmada en la espalda que el director de recursos humanos propina al aspirante al becario antes de decirle ya te llamaremos. Podemos actúa con IU como esos equipos poderosos que, aunque no celebran el quinto gol, se lo marcan al rival débil para dejar claro quién manda aquí. Aquí, hoy, manda Podemos, que en un par de elecciones acabará con esa izquierda desorientada que se debate entre la barricada y la nómina. E incluso con la socialdemocracia, ya que Pedro Sánchez, aprendiz de populista, cree que basta dejarse barba para competir con un talibán.
Aunque la izquierda española refrendará en masa a Pablo Iglesias, el macho alfa sabe que para gobernar necesita convencer a quien no comparte que Venezuela sea el paradigma universal del buen gobierno. Al católico inadvertido, por ejemplo. Lo que explica sus elogios al Santo Padre, cuya intervención en el Parlamento Europeo ha sido considerada por Iglesias como un refrendo al programa económico de Podemos, de lo que se deduce que debe de creer también que la multiplicación de los panes y los peces fue, por lo que tiene de de milagro social, la gran contribución de Jesús al marxismo.
Pablo Iglesias, que quiere conocer al Papa no más que para que el Papa le conozca a él, está convencido de que tienen muchas cosas en común. No creo que entre ellas se encuentre la supresión de la enseñanza concertada católica ni la apuesta por el legrado. De modo que, de entrada, en lo programático habría desacuerdo. Y, de salida, tampoco compartirían discurso: no es lo mismo decir que Dios no se cansa de perdonar, que alegrarse de que el miedo cambie de bando. En otras palabras, mientras Francisco defiende el corazón contento, Iglesias apuesta por el nudo en el estómago.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Pablo y la resaca

Circula por la red un vídeo de Pablo Iglesias, según parece en estado previo a la resaca, que sus incondicionales intentan que desaparezca y sus adversarios que se haga viral. En el corte, en vez de cantar Paquito el Chocolatero, que es lo lógico, el dirigente de Podemos canta la Internacional, que es lo suyo, pues la Internacional no es la versión definitiva de El emigrante, sino la banda sonora que los seguidores de Lenin yuxtaponen a la película de la opresión. Y que Iglesias entona como si acompañara a Rosendo en vez de con la sobria cadencia obrera del coro de Rodiezmo.
Aún así no entiendo la polémica generada por el vídeo. El cubata es tan consustancial al paisaje español como la cordillera bética. A casi todas las personas con las que he pasado más de una hora las he visto bailar la conga, con eso lo digo todo. De modo que lo que me preocupa no es que Iglesias beba o no, sino que en términos ideológicos pretenda sustituir en España el vino por el vodka. Y no porque yo sea más partidario de la fermentación que del alcohol industrial, que también, sino porque intuyo que lo siguiente que hará Podemos será buscar en la guía el domicilio de los Romanov.

El español y el lobo

Hobbes, está claro, no conocía a fondo la idiosincrasia ibera cuando puso de moda la frase de Plauto que sentencia que el hombre es lobo para el hombre. De conocerla no habría tenido que recurrir al reino animal para destacar la esencia carnívora de la condición humana. En su descargo juega que durante su viaje por Europa el filósofo no recaló en la península, donde, como se desprende del Lazarillo, el hombre era ya un español para el hombre.
El lobo, muy a su pesar, es carnívoro, el español, muy en su papel, es omnívoro, que es peor, pues un omnívoro, un español, no es más que un carnívoro camuflado que pide ensalada de entrante para disimular que su verdadera intención es devorar a su congénere a los postres. Al lobo le gustaría pacer, al español le encanta acorralar. Y cree que hace bien. Tanto es así que considera que la afrenta, la ira y la venganza son una actualización sensata de las tres virtudes teologales.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Del rigor y el deseo

El cálculo político, por cuanto supedita el rigor al deseo, enlaza con las cuentas de la lechera, así que es probable que a Mariano Rajoy se le rompa el cántaro por interpretar al galaico modo la cifra de la manifestación por la vida. Tengo la impresión de que cuando a este gallego se le pregunta cuál es el cuadrado de la suma de dos cantidades responde con un enigma matemático, no para poner en un aprieto a quien le inquiere, sino para hacer notar su ascendencia. Sobra decir que el enigma es la variante aritmética del ¿usted qué cree?
Tal vez el presidente del Gobierno crea que el producto resultante de comparar dos cantidades contrapuestas de manifestantes (60.000, según la policía, y 1,4 millones, según la organización) es cero. Y en función a esa lógica arrincone para siempre la ley que ató Gallardón y desató la sociología, el nudo corredizo de don Alberto, que es el diputado que mejor ha captado el progresismo de la placenta y peor el conservadurismo de su propia especie.
Gallardón, al que todos le suponían capacidad para la conjura, ha interpretado mal el papel de Bruto, pero se retira con los cuchillos limpios. En cuanto a Rajoy, es posible que sea una variante astuta de Julio César, pero no hay ningún honor en salvar la vida política a costa de que muchos la pierdan antes de matricularse en primero de tacatá. Puede que la decisión le reporte votos, pero, desde un planteamiento ético, no hay color entre el soniquete cansino de Arriola y la dulce anarquía del sonajero.

viernes, 21 de noviembre de 2014

País de tricotosas

No sé cuál será el etbida de Pingouin Esmeralda, pero intuyo que la empresa de ovillos no pasa por sus mejores años porque en esta época sin obreros también los patrones, incluso los de corte y confección, están en vías de extinción. Y, sin embargo, la firma lanar tiene una ocasión única para reinventarse ahora que España vuelve a ser un país de gentes que salivan con la decapitación pública de políticos, empresarios y artistas, un país de tricotosas.
Pingouin convertiría el punto de cruz en oro si comercializara a buen precio madejas específicas para que los españoles de mesa camilla tejieran sogas ante el cadalso de 47 pulgadas desde el que tertulianos que se tienen en gran estima piden, con la aquiscencia del público, la cabeza de Danton sin considerar que fue el telonero de Robespierre. La televisión es hoy el coliseo ante el que millones de españoles disfrutan de mal ajeno mientras bajan no sólo el pulgar, el anular y el índice, sino también el corazón. 

jueves, 20 de noviembre de 2014

Cayetana y la otra España

Como quiera que aún no existe un círculo Podemos Sudario los internautas desafectos con la duquesa de Alba han utilizado el dominio digital de los periódicos tradicionales para aclarar que su fallecimiento no es una gran pérdida. Cursa así la inquina de esa España que no tiene a Goya como pintor de cámara ni un hijo jinete ni se peina a lo afro, de esa España de pelo lacio que adora el grafiti, detesta la hípica e incuba la revolución.
La España que considera que la muerte es la hermana muda de la revolución se alegra del fin de Cayetana porque, al creer que su óbito es un triunfo de la reforma agraria, otorga al fallo cardíaco el papel de alcalde de Marinaleda.  Para esa España la muerte abandera la igualdad de clase porque no se frena ante el linaje ni deja de hacer guardia ante la clínica Ruber. Es, por así decirlo, una de los suyos.
Y, sin embargo, no hay nada más fascista que el luto, que no es color del dinero, sino la tonalidad de Hiroshima. Persigue a los ricos, sí, pero se ceba con los débiles. Hay, pues, que estar muy mal del corazón, la capital del afecto, para no entristecerse por estas cosas. No sé si alguien descorchará hoy sidra, el cava del pueblo, ante el palacio de Liria para festejar el deceso, pero no sería de extrañar si se tiene en cuenta que aquí son demasiados los que confían su venganza a la septicemia.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cosmovisión infantil

El aficionado español que contiene la respiración cada vez que un balón bombeado llega a la portería de Casillas demuestra que el hombre tiende a la duda. Por eso no me preocupa que la izquierda apueste por la supresión de la educación concertada. Y no me preocupa porque aunque lograra su objetivo, no lograría su propósito. Es posible que en un sistema educativo exclusivamente público el niño de primaria asuma como principio inmutable que la libertad nos hace iguales, pero en cuanto curse segundo de la ESO pondrá en cuestión el dogma porque descubrirá que la libertad es el derecho del río a seguir su curso y del remanso a no hacerlo.
El adoctrinamiento siempre ha sido una pérdida de tiempo, lo que explica que a día de hoy apenas haya franquistas entre los que estudiaron el compendio de la formación del espíritu nacional en la enciclopedia Álvarez, cuyos dibujos de niños impolutos casaban mal con las cazcarrias que en aquella época portaba  el grueso del alumnado. Y no me refiero al gordo de la clase. Esa era la realidad. La de ahora implica que aunque el profesorado progresista imponga el laicismo como materia transversal en infantil no podrá evitar que el niño se persigne, porque el niño no apuntala su cosmovisión en la ideología, sino en la confianza.
O sea, en la fe. De ahí el éxito de los colegios concertados católicos, donde se hace pedagogía de Dios en lugar de proselitismo, es decir, se enseña a los escolares a mirar al cielo con buenos ojos para que valoren la importancia de un día despejado, no para atacar a los que prefieren las precipitaciones débiles o localmente moderadas.

martes, 18 de noviembre de 2014

Cristiano y Pessoa

Podemos se propone que el futbolista de élite español haga carrera fuera del campo, no para que dentro de él sepa leer el partido como ningún otro, sino para que los niños, en lugar de sus goles, admiren sus enseñanzas.  De modo que exigirá como mínimo estudios de secundaria a los jugadores de las categorías superiores. El que no haya superado cuarto y reválida que se olvide de ser convocado por Del Bosque. Y de calentar durante el descanso quien no tenga un doctorado.
En el fondo de la medida subyace el complejo de superioridad del que considera que un profesor de ciencias políticas está menos capacitado que un líbero para rematar en plancha, pero es más útil a la sociedad. Así que el propósito de la formación no es que la melé en el punto de penalti se convierta en riña de licenciados, donde los jugadores se hablen de usted mientras se patean los isquiotibiales, sino aclarar que el deporte actual necesita sustituir la ignorancia por la pedantería. El cambalache es discutible, pero cabe preguntarse si puede un pedante convertir el minuto 116 en el día de la hispanidad. Posiblemente, no, porque el pedante cree que Johannesburgo es la capital del racismo en vez del lugar donde aconteció la segunda más alta ocasión que vieron los siglos.
El docto disparate actualiza lo peor del despotismo ilustrado: el populismo de élite, en su afán de hacer un pueblo a su imagen y semejanza, pretende, poco más o menos, que se dirima intelectualmente la posesión del balón en la medular y, ya puesto, que Cristiano recite a Pessoa  mientras recula para lanzar el golpe franco, a fin de que cuando choque con Coentrao, del encuentro entre el saber y la fuerza, surja la revolución de los claveles.
Podemos quiere deportistas cultos, pero es posible que la sociedad quiera políticos deportistas. Habría que exigir a Iglesias, como requisito para gobernar el país, que levante 150 kilos en arrancada. Debería de tener en cuenta que pedir a un carrilero que memorice la España invertebrada de Ortega mientras evoluciona por banda derecha, previsiblemente desde posiciones republicanas, es como exigir a Íñigo Errejón que exponga la canilla durante un clásico en Anoeta. O como sugerir a Monedero que, para conseguir que el luso se matricule en protocolo, llegue a las manos con Pepe.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Catolicismo acomplejado

Cierto catolicismo acomplejado considera necesario el visto bueno del colectivo cuántico a la fórmula de la fe, a la manera en que el falso nueve del equipo alevín del Real Madrid busca el aplauso de Cristiano a su cola de vaca, el aficionado al ajedrez el de Kaspárov a su gambito de dama y el estudiante de arquitectura el de Moneo a su perspectiva caballera. Este anhelo del catolicismo acomplejado aclara que no ha comprendido que la fórmula de la fe contiene también la teoría de las supercuerdas. En otras palabras, que un físico crea en Dios es tan normal como que un fontanero acepte la existencia de la red de alcantarillado.
La razón es sencilla: la física se rige por unos principios previos a su comprensión. La gravedad es anterior a la manzana y ésta a Newton. El físico no inventa, descubre. Y descubrir es aproximarse a la Creación desde el encuentro, cuyo big bang es el bautismo. Así de simple. Sobra decir, pues, que si el católico acomplejado necesita el nihil obstat del físico a la verdad revelada es porque es hombre de poca fe, incapaz, no ya de decirle a la morera que se plante en el mar, sino de creer en los arrozales, en la evidencia de Dios.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Leopoldo Abadía

El cromosoma católico explica la risa del pueblo de Dios, que no es la risa del espectador del club de la comedia por el chiste de la madre casquivana y el padre flojo, sino la del que escucha a Leopoldo Abadía teorizar con sorna sobre las cuitas conyugales. Si la carcajada del espectador del club de la comedia no es la misma que la del oyente del ilustre economista es porque la carcajada que surge de la burla lleva siempre trazas de bilis, al modo en que el refresco de cola lleva siempre una fuente de fenilalanina, en tanto que la nace de la bonhomía abreva en la misericordia. Sin que eso le quite la gracia.
Da fe de lo anterior el medio millar de personas que disfrutó de la conferencia que recién ha dado Abadía en la Universidad de Jaén, donde habló sobre la familia de toda la vida, esa institución que como una casa de tablas apuntalada sobre roca sufre, pero resiste, las tarascadas de quienes consideran que el progresismo es anterior al derecho natural. Don Leopoldo defiende lo contrario suavemente, con la sutileza de quien habla maravillas de la ebullición para hacer ver la importancia de no dejar el grifo abierto.
La familia, entendida a su manera, es un ecosistema tanto más feliz cuanta mayor sea su biodiversidad. Lo tiene claro él, a cuyo lado Alberto Closas no es un eunuco, pero casi. Padre de 12 hijos, Abadía destaca la importancia, no del tálamo, sino del amor, que no es la cara amable del sexo, sino el afrodisíaco del matrimonio, lo que, como sabe bien todo el que está felizmente casado, otorga al beso en la mejilla rango de pasión desatada.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

La canción de Jarcha

El debate social en España está desprovisto de misericordia. En cada discusión de bar interviene Robespierre para pedir, no otra ronda, sino que rueden cabezas. Ni que decir tiene que Robespierre, el vecino de al lado, considera que para acabar con la política tradicional hay que imponer la revolución. Tal vez desconoce que, aunque la guillotina esté de moda, la revolución es aún más vieja que la política.
La revolución es una anciana con malas pulgas que se mantiene joven gracias a la rabia, que es su botox. Como España se parece cada vez más a sí misma es muy probable que retorne el pasado como tragedia. Lo que demuestra que la teoría de Marx sobre la repetición descafeinada de la historia choca con la realidad de un país que nunca está para bromas. Aquí no hay lugar para la farsa.
Salvo que la farsa sea el populismo. La sociedad aguarda un tiempo nuevo, pero no será así. Llegará un tiempo ya vivido: el del ajuste de cuentas. Activada desde dentro la voladura del sistema, sólo queda que las urnas den el golpe de gracia a lo que hay. Lo que hay, por supuesto, no es nada del otro mundo y las urnas siempre llevan razón, faltaría más, así que a partir de 2015, si se mantiene la tendencia, ejercerá el poder el populismo. No los parias de la tierra, el populismo, que es, hay que admitirlo, un consumado experto en fabricar parias.
Qué se le va a hacer. Aunque soy de letras no tengo nada que objetar a la imposición democrática de la aritmética. El que consiga más votos, gana, me guste o no, si bien es más que posible que lo que acontezca después me obligará a reeditar este artículo dentro de unos años, no muchos, cuando el gasógeno compita seriamente con el diésel y la cartilla de racionamiento sustituya a la pirámide alimenticia.
Puede que lo parezca, pero no soy enemigo de los cambios. De crío viví la transición, ahora tan denostada, de modo que percibí el hormigueo en el estómago de una sociedad entusiasmada con aquel primer amor. Y percibí que el hilo musical de aquella época se resumía en la canción de Jarcha, síntesis de la esperanza y el perdón. Ahora el estribillo es otro, menos plural, más incendiario. Tienes su lógica: hoy apenas hay chimenea en España que no se alimente con leña de árbol caído. No importa que apenas dé calor y se consuma rápido. Lo que importa es verlo arder.

lunes, 10 de noviembre de 2014

La caja

Un cuchillo jamonero en manos de mi madre no contiene el mismo peligro potencial que en las palmas de Jack El destripador. Así que no culpemos al arma homicida, las pobres cerillas, de la propuesta de utilizarlas para quemar templos reflejada en esa caja de fósforos que el museo Reina Sofía expone con honores de Velázquez de la primera época.
El engendro artístico destaca que la  única iglesia que ilumina es la iglesia que arde, lo que evidencia que las autoras no han leído Llama de amor viva, que es lumbre rimada, ascua espiritual. En descargo de las mismas juega la imposibilidad de que San Juan de la Cruz sea el escritor de cabecera de una progresía que entiende que la sensibilidad religiosa es un defecto lírico de derechas.
Como quiera que no pocos católicos han puesto el grito en su segunda residencia, el cielo, por la presencia de la caja, el museo pide que no se tome la frase de modo literal, sino como metáfora de un tiempo determinado, el 36, supongo, lo que es toda una invitación a que en la próxima exposición del Reina Sofía algún artista ario muestre un surtido de bombonas con forma de esvástica en homenaje al calorcito judío de Auswitch o a que un virginiano exponga la imagen de negros de peluche ahorcados para ensalzar la contribución del Ku-Klux-Klan a la industrial del cordel.
El museo se ampara en la libertad de expresión para justificar su postura. Ni que decir tiene que la libertad de expresión, entendida al modo progresista, es el derecho de la izquierda de llamar facha al católico y del católico a guardar silencio. Aunque tanto da que replicara porque esta gente asume cualquier calificativo con normalidad, así les llames estalinistas. En lo que se nota que está satisfecha con la historia, aunque la historia no esté satisfecha con Siberia. Queda claro, pues, que el progresista considera que el Gulag es la variante soviética del campamento de la OJE y equipara la revolución cultural de Mao con la Lomce de Wert.