miércoles, 10 de octubre de 2012

Cómo cocinar un Castro



Para San Juan de Ávila la Virgen María fue la mejor guisandera de Jesús porque aportó al hijo su toque especial de pureza. Nada que ver con Javier Krahe, que lo cocinó en directo para los televidentes con la única intención de indigestar a los comensales del cuerpo de Cristo. De lo que se deduce que entre la madre de Dios, que es gracia plena, y el cantautor, que no tiene ni pizca, media la misma distancia que entre la cocina casera y la comida basura.
Cuando Santa Teresa dijo que Dios también estaba entre los pucheros no pretendía darle ideas a la caterva atea, sino dar fe de que las encimeras también son buen lugar para entablar oración con el todopoderoso. Pero el ateismo ilustrado es experto en coger el rábano por las hojas con tal de priorizar el palo sobre la zanahoria. De ahí que Krahe, bardo de la flor y la nata de la progresía, incluyera la mala leche en un menú que, puesto que produce ardor de estómago, está excluido de la dieta mediterránea por mucho que su ingrediente principal anduviera sobre el mar.
krahe tendrá otra idea del yantar, pero para los católicos Jesucristo es el alimento perfecto sin necesidad de gratinarlo. Tanto que, combinado con ejercicio espiritual, no engorda aunque se tome a diario. Si diez de cada diez sacerdotes, que son los endocrinos del alma, recomiendan su ingestión semanal es porque aporta la alegría necesaria para convertir el valle de lágrimas en risueña sobremesa.
Lástima que algunos no lo entiendan. Como el pan de vida está hecho de harina eterna, los del otro costal pretenden pasar de cocción al trigo limpio. Cabe la opción de darles a probar su propia receta, pero no seré yo quien proponga cocinar a Llamazares a fuego lento. Primero porque no es plato de buen gusto y segundo porque no se deja. No hay más que ver como se le cruzaron los cables cuando la CIA utilizó su cara para el retrato robot de talibán del año. Tampoco, por aquello de que no es bueno abusar, resulta correcto meter en el horno a un Castro. Sería como comparar la gloria bendita con la ensaladilla rusa. 

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