miércoles, 31 de octubre de 2012

Evangelización en dos idiomas


La Iglesia no busca renovarse para impedir su propio funeral, sino porque el cirio pascual, preludio de la resurrección, es su vela para evitar el entierro del mundo. De modo que el grito de moda de la laicidad, sálvese quien pueda, es opuesto en todo a la  propuesta católica, religión que invita a que sean los pecadores los primeros que suban a la barca de Pedro cuando se hunda el barco.
Digo esto para aclarar que cuando Benedicto XVI anima a una nueva evangelización no lo hace para incrementar su rebaño con ovejas descarriadas ni para restar cuota láctea a la vaca sagrada del ateísmo. Sólo pretende que en el itinerario de las gentes se incluya el camino, la verdad y la vida, que no es el triángulo de las Bermudas del Misterio, sino la línea recta que enlaza al hombre con Dios.
En la civilización occidental la desgana de los que comen cuatro veces al día dice mucho del hambre de salvación que tienen quienes andan ayunos de fe. Como es una pena que los desorientados no encuentren la puerta de entrada, el Papa nos pide a los católicos que para hacerles de guías les hablemos a la vez en su idioma y en el nuestro. En otras palabras, sugiere que aportemos a la jerga particular de cada uno la raíz hebrea que durante milenios ha conquistado a los gentiles. 
Benedicto XVI nos propone también retomar la primera cartilla, mi mamá me mima, la oración del corazón, como punto de partida de los cuadernos para el diálogo. Que, aunque a algunos les cueste entenderlo, el que quiera oír, que oiga, no es de sordos. Más que nada porque en el universal lenguaje de los signos no hay ningún otro comparable al de la Cruz.  

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Me lío un poco anulando las repeticiones de comentarios,pero ya aprenderé...
    Cuando Jesús llamó uno a uno a sus apóstoles lo hizo para iniciar el Reino de Dios y nos toca seguir ese camino.
    Compartir es estar a las duras,muchas,y a las maduras,pocas,con los que sufren.
    Un abrazo.

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  3. Yo creo que hay menos duras que maduras, que la alegría es constante en la vida del católico. Si somos capaces de trasmitirla a los demás está hecho el camino. Un abrazo.

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