jueves, 4 de abril de 2013

Va por ellas

María, la de Fontaneda, hizo mucho bien a los niños de los setenta, hijos de quienes, para compensar lo mal que lo habían pasado ellos, les hacían celebrar con la boca llena el aniversario del año del hambre. Pero le deben más a las tres Marías, la de Nazaret, la de Santiago y la Magdalena, que le contagiaron su asombro ante el milagro en las clases de religión, la única materia lectiva de la época en la que la mujer tenía un papel predominante. Marie Curie y Pardo Bazán eran las excepciones en temarios masculinos, mientras que el Nuevo Testamento, un ejemplo de paridad, conseguiría hoy el nihil obstats del feminismo ultra.
Lo que explica que el Papa haya dedicado la segunda de sus audiencias al papel de la mujer en las Sagradas Escrituras. Ha recordado que Jesús las visitó en primer lugar tras resucitar de entre los muertos y que ellas no le pidieron ni la fe de bautismo ni el certificado de defunción para creer en Él. Francisco lo achaca a cuestiones de corazón, que es el órgano femenino por excelencia, el aparato reproductor del amor. El corazón es también la capital del agradecimiento. Las que fueron renglones torcidos nunca olvidaron que el perdón es la goma de borrar de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario