lunes, 15 de abril de 2013

Iglesia y menopausia

Una noticia periodística es aquello que se ve desde una ventana, tal cual, y un reportaje el modo en que se mira lo que se ve. De ahí que la primera no admita un punto de vista apriorístico y que en el segundo abunde la hipermetropía de conveniencia. Lo que explica que un reportero laico que no quiere ver bien de cerca publique en un semanario que las mujeres de mediana edad han desertado de la Iglesia, que es un modo artero de vincular a la sangre de Cristo con la menopausia.
Si fuera cierto, a la Iglesia no le quedaría más clientela que niños con uso de razón recién adquirida y ancianos a punto de perderla. Pero no lo es. Muchas mujeres de cuarenta han dejado atrás los amoríos mundanos, pero no el corazón de Jesús, que lejos de enloquecerlas les aquieta. Más que nada porque les acompaña en el sentimiento durante la madurez, que no es el tramo intermedio de una oscura escalera de caracol, sino el punto exacto de la existencia en el que se cruzan la luz de entrada y la de llegada. Es decir, el lugar donde Dios se percibe con claridad.
La mujer busca en la Iglesia exactamente lo mismo que el hombre, la salvación, que no está relacionada ni con sexo ni con el certificado de nacimiento, por lo que no es lógico concluir que las de un determinado segmento de edad hayan dicho ahí te quedas al que nunca se va, al que no abandona ni a las maduras ni a las jóvenes, como demuestran los dos centenares de chicas que tomaron hace unos años los hábitos en el monasterio de clarisas de Lerma. Quienes se burlaron de ellas porque, pudiéndolo hacer con otros, se casaron con Dios no entienden que es el mejor partido. Ni tampoco que así se libraron de la despedida de soltera.

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