miércoles, 10 de abril de 2013

Rondalla sin laúdes

La esperanza será lo último que se pierde, pero es lo primero que hurta el laicismo a la sociedad para sustituir la colonia de mariposas que anida en el estómago por halcones peregrinos. Es su modo de mantenerla, para que no vea lo que se pierde, de cara a la pared. Sin los brazos en cruz, por supuesto, porque sabe que en esa postura tan entrañable Dios le levantaría el castigo.
El Papa ha pedido a los fieles, sintetizados en un grupo de menores con problemas judiciales, que no se la dejen robar por nada del mundo. Si taponan el butrón, el cielo les recompensa sobre la marcha. La esperanza es el agua subterránea que nace en el venero de la fe. Sin ella, el hombre es un despojo tendido en un sofá, un día sin periódicos, un corazón sin ganas y sin tiempo, una rondalla sin laúdes, una mujer sin vientre, un niño sin caricia, una lumbre sin ojos que la miren. 

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