miércoles, 3 de abril de 2013

Orar en plural



El catolicismo siempre ha sido precursor: el epitafio es el antecedente minimalista de twitter y la oración interconecta a los creyentes entre sí, como demuestra que ruega por nosotros sea la clave de acceso al reino de Dios. Se reza en plural por aquello de que las campanas siempre doblan por uno mismo. Lo que significa que también el repique va por todos si el tañido se deriva de la palabra hermano.
La oración personal es un bien común. Así lo entiende Francisco, que ha rezado ante la tumba de Pedro, el barquero de las verdades, y después ante la de Juan Pablo II, el Papa que al contraponer la vida nueva al hombre nuevo desmontó el geyperman comunista y aclaró a Marx que la Iglesia no es fumadero de opio, sino espacio libre de humos sin son malos y preso de ellos si tienen como origen al botafumeiro.
Ambos Papas acumulan méritos más que suficientes para merecer una oración, cuya onda expansiva abarca al resto del mundo. Rezar, aunque sea para los adentros, es lo contrario al ensimismamiento. El rezo de Francisco, además de un acto de generosidad, es una invitación a imitarlo. En solitario o en familia. Al fin y al cabo, la oración de las cuatro esquinitas es la versión celestial del parchís.   

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