Fútbol en serio

Mientras reflexionaba si Neymar merece ganar 13 millones de euros por temporada me ha levantado del ordenador una llamada de la que he vuelto con un euro y medio menos. Era un chico que pedía comida.  Le podía haber dicho que llamara a Can Barça, pero para qué. A mí me parece inmoral que Neymar gane más que Messi porque me parece inmoral que Messi gane más que Cristiano porque me parece inmoral que el sueldo de Cristiano antes de impuestos sea el mismo que después de impuestos. O que la nómina de Ramos centuplique el salario mínimo interprofesional.
El capitalismo defiende que un hombre cuesta lo que vale, con lo que da a entender que es una mercancía que un día dejará de valer lo que cuesta. O lo que es lo mismo, que un día, cuando cuelgue las botas, será un juguete roto que añorará la línea medular, el rondo y el escrache ante el área contraria. Sé mucho de juguetes rotos. No en vano soy del Atlético,  que es como ser de Urtain.
Tengo una relación romántica con el fútbol, un flechazo de infancia que arrancó con mi primer balón de curtis  y se cimentó con los autógrafos de Pereira y Leivinha, amores pasajeros casi eternos. La relación no pasa ahora, sin embargo, por sus mejores momentos. Se ha enfriado porque en el fútbol de hoy hay un exceso de matemáticas, de seriedad. No en vano Villar, el Pablo Porta del tercer milenio, es a la sonrisa lo que el papel cebolla a la lágrima fácil.