miércoles, 29 de mayo de 2013

Palmeta con cebolla

Vuelve la palmeta, el profesor duro, el maestro de toda la vida, el hombre. Ese es el mensaje subliminal de quienes argumentan contra el retorno de la Religión a las aulas. A partir de ahora, sugieren, será obligado santiguarse en los exámenes tipo test para vincularlos a la cruz. Y también decir Yo pecador cuando el profesor de lengua pregunte sobre la primera persona del singular del verbo robar.   
Los escolares de mi clase nos untábamos la mano con un gajo de cebolla porque creíamos que así no dolía el palmetazo. La sugestión hacía bien su trabajo en nosotros, los de entonces, que éramos pura inocencia. Baste decir que a una mínima gruta que se divisaba desde las cristaleras del colegio le llamábamos la cueva de Cristóbal Colón porque los de octavo decían que se había encontrado en ella un calcetín del descubridor. Marrón para más señas.
Así éramos. Y no nos ha ido mal. Estuvo bien que la palmeta desapareciera de los planes de estudio, pero no que se metiera en el mismo saco a la asignatura de Religión so pretexto de que la impartía directamente Franco. Para sustituirla, por cierto, por sucedáneos de bondad, tipo educación para la ciudadanía, que no sirven para nada porque es inútil enseñar modales a quienes no tienen noción del respeto. A los alumnos de mi generación jamás se nos habría ocurrido llevar a cabo un escrache ante el despacho del jefe de estudios.

2 comentarios:

  1. En aquellos buenos años de infancia y adolescencia que plasmas en tu artículo,los míos,que andaban por los años 60 evocan pocos castigos,muchos alicientes de estudio,de formación,confianza en el profesor,el en hermano marista que nos educaba,sentíamos su esfuerzo y correspondíamos. No tengo sino palabras de cariño y agradecimiento.
    Pero que no me vendan los progretas educación cuando quieren decir hedonismo y borreguerría por formación,que uno ha hecho guardia en garitas peores,Javier.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Anoche mismo saludé con alegría a un antiguo profesor mío de la SAFA. No echo de menos la palmeta, pero sí todo lo demás. Un abrazo y buen día.

    ResponderEliminar