jueves, 20 de diciembre de 2012

Sembradores de estrellas, jornaleros celestiales

Allá por los setenta los alumnos de las escuelas de la Sagrada Familia aprendimos antropología espiritual a fuerza de donar dinero al Domund. Dos huchas, un combate. Cada crío tenía clara cuál era su misión. La mitad de la ratio echaba dinero a la alcancía del negro y la otra mitad a la del chino. En mi clase la hucha ganadora dependía más de la presencia en uno u otro grupo del hijo del director del Banco Español de Crédito que de cuestiones geopolíticas. De hecho, aún no sabíamos lo que era Asia y con África sólo nos relacionábamos a través del Cola Cao.
Como la economía ya no es lo que era, no sería raro que en los colegios de la China popular hubiera hoy alcancías con forma de cabeza de español de mirada negra e idea fija entre las cejas. Si no la hay es porque Pekín no tiene ningún mensaje salvador que aportar al mundo. Más bien lo contrario: el hombre nuevo que propuso el comunismo envejece mal mientras que Dios, impulsor de la vida nueva, está hecho un chaval.
La sintonía derivada de la edad explica el cariño que le tienen al justo los que están en la de la inocencia. Buen ejemplo del mismo es la actividad, entre agraria y astronómica, que llevarán a cabo miles de criaturas durante esta Navidad como sembradores de estrellas, como jornaleros celestiales, como minúsculos misioneros esparcidos en los campos del Señor. Queda claro con esto que si la infancia es la patria del hombre es porque de los que son como niños es el reino de los cielos.

2 comentarios:

  1. La semilla de mostaza,además de servir para lo perritos calientes una vez elaborada,sigue dando frutos en forma de gracia espiritual y esperanza.Un abrazo,Javier.

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  2. Yo tiro aún de lo que me enseñaron de niño mis padres y la escuela.

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