Radicales con turbante

Un grupo de radicales con turbante acaba de cortar en Nigeria el riego sanguíneo al bulbo raquídeo de un manojo de cristianos que estaba en la flor de la vida. El degüello se ha llevado a cabo en la propia vivienda de los afectados. Pinchan a domicilio, como los practicantes. Un testigo de la matanza especifica que los islamistas pasaron a las víctimas a machete, tal que hacen con el ganado, lo que evidencia la distancia entre el primer y el tercer mundo en materia de maltrato animal. Mientras por aquí se estila tirar una cabra desde el campanario, allí, a fuerza de pisotearlos, convierten a los católicos en vía pecuaria.
Lo que aclara que no son las naciones sino las civilizaciones las que están o desarrolladas o en vías de desarrollo. Arabia Saudita tiene un excelente sistema sanitario, pero en ella los homosexuales corren el riesgo de morir de amor. Ejecutados por hacerlo. Por no hablar de los católicos, a los que les prohíben orar. Nada que ver con España. La pátina del humanismo cristiano dota a Occidente de un plus de miramiento del que carecen quienes a hora de dirimir las diferencias religiosas no se andan con contemplaciones.
Un ejemplo práctico: decir Dios es grande en el Sinaí no es por estos pagos grito de guerra, mientras en otras partes, sí. Y santa. No hay más que ver el regalo navideño que parte de los que así vociferan ha hecho a los cristianos en el país africano. El aguinaldo musulmán es lo que tiene: abres la puerta con la esperanza de que te entonen Noche de Paz y te encuentras con los compases de La última noche que pasé contigo. Eso, con suerte. Si no la tienes, dado que los verdugos son abstemios, te dejan sin gaznate para evitar que tararees pero mira como beben.