miércoles, 28 de noviembre de 2012

Isabel, la historia deformada


Un historiador no es más que un periodista que llega cinco siglos tarde al lugar de los hechos. Cualquier reportero que se demore diez minutos en pisar el escenario de un suceso se enfrenta a una decena de versiones distintas. De manera que pretender rigor sobre acontecimientos medievales es tarea imposible. Para corroborarlo, no hay más que ver con la boca abierta la serie Isabel, cuyo guión, a fuerza de mezclar intrigas de la curia con porno de convento, parece un cruce de El nombre de la rosa con Cincuenta sombras de Grey.
La ambientación es magnífica y el vestuario, de lujo, desmonta el tópico de que la mandamás católica no se hablaba con el jabón. El resto, sin embargo, es leyenda negra. Según la pelicula, por aquel  entonces no había más que Papas putos, obispos lascivos y sacerdotes mujeriegos. En cuanto a Fernando, era un promiscuo que se la pegaba a la reina de la casa cada vez que le decía que salía para Aragón, el precedente medieval de ir a por tabaco.
Aunque el pueblo llano tampoco sale bien parado por perpetrar judiadas contra los antecesores de los sefardíes, los capítulos tienen tirón entre las clases populares, responsables civiles de la elevada cuota de pantalla, que están encantadas de que se refleje a El Vaticano como un nido de avispas y a España como un país que forjó en los somieres su razón de ser. Por decencia intelectual el director del montaje debería mostrar una imagen más fidedigna del período, pero entonces intervendría el mando a distancia. Si dejaran de aparecer cardenales retorcidos a Isabel le quedarían dos telediarios mal contados. Es decir, manipulados. Como la serie.

2 comentarios:

  1. Salvo la srta.Michele Genner,buena actriz,guapa y simpática y alguna excepción,el resto parece salir de la factoría "Zapatero & boys,es decir,"caquita de la vaca",Javier. Me quedo con los historiadores de verdad(don Antonio Ubieto,García de Cortázar y demás medievalistas serios).
    Un abrazo.

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  2. Claro, claro. Hay grandes historiadores. Pero para adaptar la historia al cine es preciso, imagino, distorsionarla. Una lástima. Un abrazo.

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