martes, 6 de noviembre de 2012

Dios como trabajo

Cuando el bien promocionó sus bondades en televisión para conseguir incrementar el número de diáconos la jauría laica le reprochó que lo hiciera bajo el reclamo del trabajo fijo. Si te parece lo iba a hacer con el anuncio de un ERE encubierto en los conventos de clausura. Tal vez habría preferido que la Iglesia publicitara la campaña con la imagen de un cardenal explotador que para mantener a los seminaristas en régimen de economía sumergida aprovecha su conocimiento del mar Rojo.
Puesto que el propio Jesucristo dijo que el obrero merece su salario, la Conferencia Episcopal hace bien en proponer la remunerada opción laboral del más allá a una juventud sin horizontes. Y con demasiados prejuicios. Si tras la generosa oferta de empleo no hay codazos para entrar en los seminarios es porque los mozos del pueblo creen a pie juntillas la leyenda urbana de que resulta incompatible rematar un guateque con un concierto de Leño.
Los curas que desmienten el cliché son legión. Algunos llevan el pelo más largo que la sotana. Otros en suspenso, al cero. Pero su razón de ser es la misma: el otro. En eso se desgastan. Para cumplir su misión trabajan de sol a sol. Y las noches, si es preciso, las pasan en vela. Así, día tras día, todo el año. Cumplen de este modo con un principio de física teológica que establece un movimiento de rotación del corazón alrededor del hombre y de traslación del alma alrededor de Dios.

2 comentarios:

  1. Me pareció una campaña sencilla,agradable y sincera. Claro que no salían surfeando en Malibú,sino escuchando a una anciana,yendo a la iglesia,sonriendo...
    ¡Es que no venden,coño!.
    Un abrazo.

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  2. A mí también me gustó. Era sencilla y agradable. Por eso la criticaron. Un abrazo.

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