Los reales de la viuda

La colecta del segundo domingo del año se ha saldado como Dios manda en la parroquia de San Pedro Poveda. Ningún fiel se ha hecho el sueco ni se ha despedido a la francesa para evitar colaborar con la Iglesia universal.  En el cepillo abundaban los billetes de cinco euros junto a monedas de menor cuantía e igual valor, el que tienen desde siempre los dos reales que ofrenda la viuda al Padre del resucitado.
En el enésimo año triunfal de don dinero resulta ilustrativo el modo en el que los católicos lo tutean en misa. Restarle importancia es pertinente para desprenderse de él. Así lo hacen desde hace veinte siglos. Prueben otros, los camaradas, por ejemplo, a realizar con periodicidad semanal asambleas sindicales que cuesten el parné a los compañeros del metal y a la segunda no asiste nadie. Claro que una cosa es mantener a flote la barca de Pedro y otra invertir en el acorazado Potemkin
Salvo los católicos ningún colectivo se rasca el bolsillo. Y menos los teóricamente preocupados por lo injusto que es el mundo. Ni siquiera sacan la cartera para lo que consideran un buen motivo, como la compra de  una cantera para abastecer de materia prima a la causa palestina. Es otro de los motivos por lo que, en términos económicos, la caridad, que exige pago inmediato, cae mal a la solidaridad, que a menudo es un cheque sin fondos.