martes, 5 de marzo de 2013

Primavera trampa

La primavera árabe, lo poco que queda de ella, no parece el mejor ejemplo, pero es el utilizado por quienes desde las orillas del catolicismo exigen que los brotes verdes que preceden a la revuelta pacífica florezcan también en El Vaticano. Para lo que exigen, en contra del consejo de San Ignacio, hacer mudanza en tiempos recios.
El pretexto para exigir el viraje de la barca es que ha perdido el rumbo porque sala de máquinas está cascada y los timoneles siguen un manual de instrucciones que no recoge las principales conclusiones Vaticano II. Concilio que, por cierto, rememoran como gran esperanza blanca, como oportunidad fallida, los sastrecillos valientes de la modernidad eclesial, quienes, lejos de matar moscas a cañonazos, disparan a dar con la intención de acabar con la Iglesia, la abeja reina. Sirva como muestra la petición de que en vez del celibato sea el sacerdote el que se salga con la suya. Rubia, a poder ser.

2 comentarios:

  1. Las primaveras siempre han sido aquellas que aportaban agua,hacían surgir las flores y llenar el aire de fragancia. Cuando al miedo,a la sangre, a las violaciones y asesinatos se les llama primavera,se está corrompiendo el término y la realidad.
    Me remito a a aquél grupo de pescadores del Mar de Galilea que,tocados por la palabra y presencia del Rabí Jesús,el Cristo,dejando las barcas y a todo,lo siguieron.
    Será por vejez,amigo Javier,pero cada día tengo más paz y menos preocupaciones. Y no creo que sea inconsciencia...
    Un abrazo.

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  2. Si la vejez te ha dado la paz, bendita vejez. Aunque creo que echas años. Un abrazo.

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