jueves, 28 de marzo de 2013

Como en casa

El ángel de la guarda y su pequeña compañía, los dos pares de angelitos que vigilan las cuatro esquinitas, se bastan para garantizar dulces sueños. Lo demás, la cama mueble, la mesita de caoba y el galán de noche, no es más que atrezo. Lo sabe bien el Papa Francisco que ha decidido pernoctar en Santa Marta en lugar de trasladarse al palacio apostólico. Como lo importante son las vistas, y desde ambas partes se divisa bien a Dios, ha optado por quedarse a vivir en un lugar donde su sencillez se sienta como en casa.
El gesto amosca al laicismo, que tras aplaudir su elección observa ahora a Francisco con recelo. Sugiere que la humildad es la piel de plátano que lanza el Papa para que la opinión pública patine en su apreciación. A su juicio, Bergoglio convierte la austeridad en estrategia para que la desnudez tape el catálogo de escándalos que atribuyen a la Iglesia quienes consideran que hay poca diferencia entre un púlpito y un plató de Tele 5.
De modo que la adscripción de Francisco al mensaje evangélico primigenio es una mala noticia para los que en los medios de comunicación prefieren disparar su munición contra el cliché de una Iglesia rica que aleja a los menesterosos de los reclinatorios. En cambio, un Papa que llama personalmente a su dentista para anular la cita les cierra la boca. Lo que explica la mala cara que ponen ya a sus gestos.

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