domingo, 10 de febrero de 2013

Opio de pueblo, ciudad de Dios


Un anarquista sin un sistema que destrozar, aunque sea el métrico decimal, no da la talla revolucionaria. En la Isla del señor Crusoe, por ejemplo, estaría perdido porque la única posibilidad de aplicar su ideología pasa por aleccionar a Viernes los fines de semana, poner barricadas de cocos para no perder la costumbre y conspirar con los patos a fin de forzar que abdique el pavo real, su único enemigo de clase en territorio insular.
Tampoco un comunista tendría la posibilidad de hacer proselitismo en ese ambiente, salvo que intentara sublevar a los micos contra el orangután para forzarlo a que les diera todos los días un plátano, por lo menos. En cuanto a un liberal, a ver cómo vende las bondades del capitalismo salvaje en un territorio que no se ha dejado domesticar por el consumo.
En cambio, un católico no deja de serlo en ningún ámbito. Lo que diferencia a la fe de la política es que la primera permanece inalterable en cualquier hábitat mientras la segunda está vinculada a la volatilidad de las circunstancias. De modo que basta un cambio de aires de las mismas para que desaparezca la razón de ser del pensamiento artificial, que es el origen de la mala idea que ha llevado a poner una bomba en la Catedral de la Almudena al colectivo anarquista Mateo Morral no más que porque considera opio del pueblo a la ciudad de Dios. Los  medios de comunicación le han otorgado rango de noticia local y, en cierto modo, dada la procedencia ideológica de los sujetos, resulta lógico: el origen de la epidemia de la peste se localiza siempre en el culo del mundo.

2 comentarios:

  1. Mirad como se aman... Si éste versículo escrito hace dos mil años en pergamino o papiro presidiese nuestras casas,la de todos,el mundo daría un vuelco. Cada día creo más firmemente,amigo Javier,que tanto lenguaje torticero,tanta metáfora,circunloquio y demás,sólo esconde un propósito:el odio al amor porque el amor significa entrega,renuncia,disponibilidad,entrega,alegría...y muchos,demasiados,han optado por la tristeza para otros y la locura para ellos.
    Un abrazo.

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  2. El lenguaje político que alimenta a estas personas les provoca indigestiones. Un abrazo.

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