lunes, 4 de febrero de 2013

Ghandi, Mandela, Obama

Obama no es Ghandi con más peso, al menos específico, ni Mandela de joven, pero sin los méritos de ambos cuenta con el premio nobel de la paz porque en su ideario figura alcanzarla en grado de tentativa. En la práctica quien bajó el pulgar para que su tropa de élite le metiera plomo al autor intelectual de la descerebrada matanza de las torres gemelas fue este hijo único.
Para muchos la operación es un minúsculo borrón en el impoluto currículo político de este varón negro, demócrata y sentimental, que aprovecha la memoria de África, el recuerdo de la esclavitud, incrustada en la población nativa para hacer carrera en la tierra de las oportunidades. Hay que reconocerle que, además, maneja la oralidad con mucho menos riesgo que su antecesor Clinton.
Como Obama escribe buenos discursos raro será que no le den también el nobel de literatura a cuenta de su futura gran obra, que será, conociéndole, una plácida versión sin alcohol de Las uvas de la ira. Lo que acredita que de todo hay en la viña del Señor, cuyos hijos más distinguidos no tienen tanto predicamento en Oslo. Es una incoherencia que los grandes católicos no cuenten apenas para los que otorgan el distintivo mundial de pacificadores. Más que nada porque a nadie le sientan peor las dos pistolas que a un santo.

2 comentarios:

  1. Me suelo fiar mucho de la impresión que me producen las personas en el primer encuentro,visita,ojeada o similar.Puede ser algo poco científico,pero bastante humano y me sirve bastante,y el sr.Obama no me produjo ni me produce esa sensación de confianza y empatía.
    La propagación del Evangelio es importante,que llegue el mensaje,esencial,pero ya se sabe que lo bueno vende poco y mal.Que ello no cause desánimo en nuestro corazón.Supongo que los primeros cristianos tenían "propaganda negativa",peligrosa para sus vidas y,mira por dónde,con la fuerza del Señor,hemos llegado hasta aquí. Buen lunes,Javier.

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  2. Y lo que nos queda por andar. Buenas noches.

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