La izquierda que dicta las normas no concibe que quienes trabajan doce horas vayan a misa de mediodía. A esto se le llama prejuicio. Si no
les cabe en la cabeza que los parias de la tierra consuman el cuerpo de Cristo es
porque amamantan el imaginario de que la Iglesia es una institución repleta de
obispos atocinados que prefieren la uniformidad del alcázar de Toledo al mestizaje de la torre de Babel.
La realidad es el espejo de la madrastra de Blancanieves de este cliché y demuestra, además, que Jesucristo hizo mucho bien al lumpen de
la época. Los
excluidos, principales beneficiarios de su presencia salvífica, pueden dar fe
de que así fue: mudos, ciegos y paralíticos le deben la voz, la vista y los
andares. Por no hablar de los pobres de espíritu. Claro que una versión laica del
Nuevo Testamento reflejaría que al leproso le curó Médicos sin
frontera y a la adúltera la salvó del marido celoso el instituto de la mujer.
Siempre he pensado que habría hecho falta una buena confederación de obreros católicos,cristianos o como quisiésemos denominarlos. De hecho,antes del 45 algo hubo de ello,orgullosamente;pero como siempre,los políticos se encargan de destrozarlo.
ResponderEliminarA lo que vamos,al trabajador creyente,al fiel al mensaje de Cristo,al que acude esa hermosa media hora a Misa los domingos(siempre se sientan delante de mi una madre joven con su hijo,de unos 10 años,profesora,me dijo el otro día)le importa su conducta con el hermano y con Dios.
¡Ah!. Y al leproso lo sigue curando el Señor y a la adúltera,un rabí de Nazaret que no tenía tablet y escribía en el polvo del suelo...
Un abrazo,Javier.
Confunden la fe con la ideología. Un abrazo.
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