Esta percepción no es sólo progresista. También parte de la
derecha tiene una opinión parecida, que aquí el que no se casa con nadie, se
divorcia de todos. Máxime si se tiene en cuenta que Rouco Valera acaba de denunciar
que los avances del gobierno de Mariano Rajoy para derogar la ley del aborto
son insuficientes, un modo elegante de sugerir que suceden cosas malas mientras
uno está parado.
La ambigüedad gallega centra el asunto en descifrar el
acertijo de la escalera, pero la cuestión no radica en averiguar si el presidente
sube o baja, sino en que tenga en cuenta que al estarse quieto en el
descansillo permite que no se den los primeros pasos a favor de los que dan pataditas.
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