Los medios de comunicación califican la carta de absurda, pero por Adolfo
Domínguez sabemos que la arruga es bella, de modo que cada uno se viste como le
place, habla como puede y escribe como le da la gana. Es decir, Kirchner
se retrata a sabiendas en las cuatro letras que ha enviado al sumo Pontífice.
Que es lo normal. No creo que nadie esperara una misiva cargada de teología cuando
el remite alude a la casa rosada en vez de al séptimo cielo.
Lo que explica que la presidenta utilice media carta para
embestir contra el protocolo, al que hace caso tan a regañadientes que admite
que iba más o menos a encabezar la carta con un estimado Francisco. Tal vez le sugirieron
que, ya que estaba, le llamara directamente Paco.O Curro, el de los pobres.
La carta, sin embargo, no es galimatías criollo, sino prosa táctica.
Sólo hay que fijarse en el modo en que termina. En el plano vial sería
comparable a una conductora pasada de copas que clava la maniobra de aparcamiento.
Lo demuestra el que la
señora Fernández concluya proponiéndole al Papa que tome
mate, que es un modo sutil de pedirle que tenga a Martín Fierro, al alma argentina, en sus
oraciones.
¡Donde no hay mata,no hay patata!.Lo suelo repetir porque es una verdad clara,sencilla y humilde.¿He dicho humilde?. Para humildad,la del Papa aguantando a semejante sujeta,amigo Javier.
ResponderEliminarUn abrazo.
A lo mejor al Papa le ha divertido la carta. No te extrañe. Tiene todos los ingredientes. Un abrazo.
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