El capitalismo defiende que un hombre cuesta lo que vale, con lo que da a entender que es una mercancía que un día dejará de valer lo que cuesta. O lo que es lo mismo, que un día, cuando cuelgue las botas, será un juguete roto que añorará la línea medular, el rondo y el escrache ante el área contraria. Sé mucho de juguetes rotos. No en vano soy del Atlético, que es como ser de Urtain.
Tengo una relación romántica con el fútbol, un flechazo de infancia que arrancó con mi primer balón de curtis y se cimentó con los autógrafos de Pereira y Leivinha, amores pasajeros casi eternos. La relación no pasa ahora, sin embargo, por sus mejores momentos. Se ha enfriado porque en el fútbol de hoy hay un exceso de matemáticas, de seriedad. No en vano Villar, el Pablo Porta del tercer milenio, es a la sonrisa lo que el papel cebolla a la lágrima fácil.
Algo parecido me sucede. Procuro admirar más al padre que lleva a su casa unos cientos de euros con los que alimentar a su familia que a un joven pelotero que busca mejorar su contrato firmado por cuatro años cuando se ha cumplido el primero.
ResponderEliminar¡Será cuestión de valores!...
Un abrazo,Javier.