El pan que acaba en el contenedor se roba a la boca del
pobre, advierte el Sumo Pontífice, quien contrapone la cultura de la
solidaridad a la cultura del desperdicio, que, aunque lo parezca, no es cosa de hoy, sino de siempre, como acredita la parábola del mendigo al que los perros le lamían las
llagas ante la mansión del potentado que agasajaba a los invitados con lubina de la época.
Para ilustrar su denuncia el vicario de Pedro no recurre a
una parábola, sino a un milagro, el de la multiplicación de los panes y los
peces. Tal vez porque los milagros no necesitan interpretación. Son la presencia física
de Dios en el hombre, el modo en que se hace tangible. En el citado por el Papa,
Jesús conjuga aritmética y caridad, que es lo que pide Francisco al vincular al
yogur caducado con la vida eterna.
Ayer,la asociación "Jóvenes de S.José"que distribuyen alimentos a los más desheredados de Barcelona,explicaron las amenazas del ayuntamiento de dicha ciudad si seguían haciéndolo...
ResponderEliminarEs decir,la pobreza estorba,pero es mejor derrochar el dinero en humos nacionalistas que en combatirla con caridad...
Un abrazo,Javier.
El Ayuntamiento le amenaza porque sabe que Dios no se limita a quitar el hambre. Un abrazo.
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