Ni que decir tiene que el pecado del clérigo es llevar
sotana, ya que de no profesar los hábitos nadie se rasgaría las vestiduras por unos
calzones a mediar bajar. Por los de un mecánico, pongo por caso. Doy fe de tal cosa
porque la supuesta aventura sexual del tonsurado monopolizó la conversación de
la barbería en la que me rapaba al dos mi fígaro de cabecera.
Durante la tertulia en la capital del flequillo, en contra
de mi sana costumbre de meterme en líos, no abrí la boca, y no para evitar que
me la
partieran. Sencillamente, no me indigné. Y eso que para las tesis
doctorales sobre la castidad clerical la clientela utilizó palabras gruesas,
sal gorda. Además, no había parroquiano que no conociera a
un cura promiscuo, al modo en que en su día no hubo español que no estuviera en
la plaza de Linares cuando Islero cobró fama. Luego, tras reflexionar, supe que
mi silencio no se derivó de la prudencia, sino del Padrenuestro, que nos enseña a
perdonar a los que nos ofenden. Y a no ofender a los que nos perdonan.
Es un tema triste,amigo Javier.No sé si son verídicas las fotos o no,quiero creer que son falsas,pero sí que cualquier clérigo e incluso cualquier cristiano debemos evitar las situaciones que se prestan a malas interpretaciones,tanto por nosotros como los demás,por nuestro daño como por el que se haga a otros. Me quedo con tu postura de rezar,pedir por él en los malos momentos que esté pasando y esperar que todo se aclare.
ResponderEliminarUn abrazo,Javier,y buen sábado.Hoy tengo boda de mi hija(sólo por el juzgado,lo cual añade más oración para su felicidad a la que ya habitualmente pido para ellos).
Pásalo bien. Y reza por todos. Feliz día.
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