Imagine ahora que el Papa le recibe en audiencia privada. O,
mejor aún, que Francisco queda con usted en un discreto café de Roma para
perdonarle los pecados, que es la expresión máxima del amor de Dios, y, sin
embargo, usted sale de allí frustrado porque el Pontífice no le ha informado
sobre los cambios que pretende introducir en el funcionamiento de El Vaticano.
Hay quien entiende que en la pregunta de Jesús a los apóstoles ¿quién
dice la gente que soy yo? subyace la expresión usted nos sabe con quién está
hablando, cuando es justo lo contrario. En este marco de humildad encajan las
respuestas del Papa en la entrevista que ha suscitado tanta polémica.
Respuestas que, en la forma y en el fondo, revelan que si la relación del hombre con Dios no es uniforme es porque el perdón no se fabrica en serie.
Desde joven he expresado como fe este pensamiento,Javier: Me gustaría ser el último discípulo del Señor,aquél que le sigue al trote, al fondo del grupo,pero que se sabe amado por el Hijo. Lo demás,puedo prometer que me sobra... Un abrazo.
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