Si en esta carrera los últimos son los primeros es porque muchos
de los llamados se bajan en puertos de tercera categoría, en monte bajo, en cuanto empieza la dificultad, y otros que apuntaban alto ascienden con sobrepeso en el ego. Mala cosa: la vanidad es el traje chaqueta del que
usa pantalones de pinza y americana con hombreras para parecer más macho de lo
que es. Por eso proponía Machado partir casi desnudos al encuentro, lo que resulta un buen consejo si se tiene en cuenta que la puerta de acceso al Reino de los Cielos es estrecha. Aún así, Dios no
nos pide que entremos de canto, sino que adelgacemos. Cuanto menos ombligo, más
holgura.
martes, 3 de septiembre de 2013
Los pies y la cabeza
Del estudio de la anatomía espiritual del católico se deduce
que sin ser rara avis tiene los pies en la tierra y la cabeza en las nubes. El
católico es por definición un optimista bien informado, por cuanto sabe que si
se procede con sensatez esto acaba bien. Proceder con sensatez es ascender
al Sinaí con una buena cronoescalada sin preocuparse por los puntos de avituallamiento,
pues Dios proveerá es la frase de cabecera de quien en Él confía. La segunda es
que Dios te lo pague. Y vaya si lo hace. Con bonificaciones en la meta para el que
llegue el último.
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El cristiano sabe a quién tener de apoyo en esa escalada,carrera,descenso o inmersión.
ResponderEliminarNo va loco a conseguir metas,sino llega a la meta porque allí está el sentido de la carrera: Dios.
Un abrazo.