La elección se hará como manda Dios, que adelantará el Pentecostés para evitar que la fumata blanca sea una lotería derivada de las
mundanas quinielas previas. De ahí que los propios electores circunscriban su
pronóstico a la duración del cónclave en vez de al resultado, que una cosa es
tener mano y otra pillarse los dedos.
El final, con todo, está ya escrito. Dios, que vale por tres
personas distintas, es previsor. No hay miedo pues de que deje de aparecer por
el cónclave durante la jornada de reflexión para orientar el sentido del voto
de sus eminencias. En El Vaticano, cuando los tiempos cambian, la respuesta no
está en el viento. Está en el soplo.
Para mí es algo claro: El Señor puede sacar del cardenal más incapaz para ser Papa al mejor Papa que la Iglesia pueda tener.
ResponderEliminarSi lo logró de la Magdalena,de Leví,de Pedro,de Juan Ciudad,de Ignacio de Loyola,de Juan María Vianney o de nosotros mismos,que de vez en cuando elevamos los ojos al Padre y le pedimos fuerzas para mejorar,el ponerle condiciones al Espíritu Santo es tan inútil como querer parar un río con el cartón de una caja de galletas.
Un abrazo,amigo Javier.
Exactamente. El elegido será perfecto, aunque no se lo parezca al mundo. Siempre ha sido así.
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