La primavera árabe pretendía ser mayo francés y se ha
quedado en 14 de abril. Lo que explica el 18 de julio que padecen los países
que han sustituido las satrapías familiares de toda la vida por la de los
hermanos musulmanes, que son la versión moruna de los novios de la muerte, según
atestigua el modo en que se persigue en sus feudos a la minoría cristiana hasta la
extremaunción.
Cuando Jesucristo propuso amar al de al lado con alma, corazón
y vida la comunidad católica entendió que llevarse bien con el distinto iguala
a los hombres, mientras que en otros confines, por el contrario, ha prosperado la
guerra santa contra el infiel, al que, en lugar de aceptar como prójimo casado
con otra religión, consideran adúltero de la fe. Lo que nos conduce en Nigeria al coche bomba
contra los autos sacramentales.
Lástima que los medios de comunicación españoles otorguen rango
de tentempié de media tarde a lo que es merienda de negros. La matanza de
católicos perpetrada en determinadas naciones musulmanas es silenciada por las grandes cadenas, que despachan la noticia con un bisbiseo sin planos. Si a pesar
del apagón informativo la situación sale a la luz es sólo porque una palabra, cuando es la de Dios,
vale más que mil imágenes.
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