Para fundamentar un artículo publicado hace tiempo en El
País el escritor Juan José Millás consultó a un psiquiatra a fin de que le aclarara si el Papa deliraba porque se creía el representante de Dios en la tierra. El doctor
Prozac le explicó que cuando el delirio es compartido la enfermedad mental es
otra. Pero no le dijo cuál. Millás no ponía nombre a la supuesta tara
que Benedicto XVI compartía con su gente, pero guiaba con mano firme al
lector hasta su diagnóstico definitivo: están locos estos cristianos.
Creo que nos merecemos una segunda opinión. La mía, por
ejemplo. Si la locura a la que se refiere es de amor, no le falta razón. Si
sugiere otra forma de demencia, está conscientemente en un error. Sucede que a
Millás le sobra un tornillo. Se pasa de listo, que es el riesgo que corren los inteligentes
cuando están patrocinados por la soberbia. Al vincular la fe a la camisa de fuerza
pretende que nos rasguemos las vestiduras, pero lo que logra es meterse en una de
once varas. No hay que bordar como los ángeles para saber que la túnica sagrada le queda grande.
Le suele pasar a los que conocen el paño superficialmente. Es
fácil llamar enfermos a los que acuden a Lourdes. Pero también es simple. Estoy tan seguro de que Millás
sabe de qué color es el caballo blanco de Santiago como de que ignora todo
sobre el que montaba San Pablo. De ahí sus coces contra el aguijón.
Aparte de caerme fenomenal Astérix y Obélix con su famosa frase,creo que el buen Chesterton ya dejó escrito que a los cristianos,al entrar en la Iglesia sólo se nos pedía que nos quitásemos el sombrero;no la cabeza. A otros,lo primero que les quitan es la capacidad de pensar.
ResponderEliminarNosotros somos pecadores,en efecto,pero tenemos esperanza y certeza de perdón,que eso ya es la leche.
Un saludo afectuoso.
Para mí el perdón es el mayor de los milagros.
ResponderEliminarQué razón tienes al manifestar que el ser católico no es sinónimo de locura sino de amor al prójimo, aunque sea tan perturbado como Millás.
ResponderEliminarEn realidad creo que todo hombre busca la redención. Por eso hay que ayudarlo
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