Los perros flacos de la fe denominan a Benedicto XVI el rottweiler de
Dios, pero quien merece vacuna antirrábica es la rehala canis lupus que busca morder
al Sumo Pontífice so pretexto de que actúa en legítima defensa, ya que atribuye
al Papa la condición de lacero de los lindos pulgosos. Pura leyenda negra,
según la cual Ratzinger
es un canciller con casulla que está más cerca de la cruz gamada que del crucificado.
El éxito de los estereotipos radica en su simplicidad.
Considerar nazis a todos los alemanes es preceptivo para vincular al paso de la
oca a quien es el máximo representante de la paloma de la paz. Otra mentira que
triunfa es que El Vaticano es rico, lo que en el imaginario ateo convierte la
barca de Pedro en trasatlántico y la singladura hacia el Creador en crucero de lujo.
La bula laica con que cuenta el ateísmo en una sociedad descreída explica que haya prosperado esta idea deformada sobre
el cabeza de la Iglesia que considera al pescador de hombres un
tiburón de las finanzas. Lo quieren pez gordo del capitalismo cuando lo cierto es que si le respetan las pirañas es por la imposibilidad que tiene el mal para chapotear en el agua bendita.
En época de vacas anoréxicas, relacionar al Papa con las
preferentes, siquiera sea por la vía metafórica, es una táctica perversa de
quienes quieren convertirlo en el último mohicano de la tribu del Señor. Vano
intento. En el ámbito del maná no se sostiene el enfrentamiento entre el hambre
y el pan bendito por la sencilla razón de que el propio Jesús vincula la
gastronomía a la caridad.
Que se sepa, por el modo en que reparte sustento, la Iglesia guiada por Benedicto XVI sólo es rica en carbohidratos.
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