Este artículo, aunque lo parezca, no es un ejercicio retórico,
sino la agradecida conclusión de un converso. He pecado tanto que sin la acción redentora del perdón
sería una persona atormentada incapaz de distinguir la diferencia entre un
viaducto y un trampolín. Jesús, faltaría más, tenía razón cuando sugirió que
curar al paralítico era coser y cantar en comparación con el trabajo que lleva suturar un alma rota. La mía, sin ir más lejos, ha requerido para sanar una larga estancia en la unidad de cuidados intensivos tras la precisa intervención del cirujano jefe, que además de extirpar los pecados del dolor me trasplantó con éxito el estado de ánimo de Mary Poppins.
miércoles, 23 de octubre de 2013
Pecado y perdón
Dicen que ni siquiera Dios puede hacer que no haya ocurrido
lo que ya ha ocurrido. Según se mire ¿Acaso el perdón no modifica un hecho
consumado? Pongamos el ejemplo de una madre que primero aborta y luego llora.
En el ámbito moral un acto permanece en sus consecuencias. Si éstas desaparecen por el efecto del arrepentimiento, aunque el mal esté
hecho, el bien gana la partida, lo que significa que en cierto modo Dios, al
liberar el hombre de la culpa, le sitúa de nuevo en la antesala del día en que
todo ocurrió.
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Es de bien nacidos el ser agradecidos,y más si es al Señor de todo. Cada cual lleva dentro de sí su capacidad de ser el leproso que vuelve a dar las gracias por la curación o seguir la vida simplemente contento por estar curado.
ResponderEliminarDiscernir eso es una gracia añadida por Dios,estoy seguro porque lo he experimentado personalmente y busco resarcir las tristezas sembradas trocándolas en alegrías.
Un abrazo.
El perdón es la huella de Dios en el alma del hombre. Un abrazo.
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