Córdoba y Teherán

Mientras en Occidente discutimos si son galgos o son podencos en Oriente ahorcan al perro, siempre que sea de San Bernardo. En tanto que la tolerante Europa polemiza consigo misma sobre la conveniencia de permitir en sus calles el burka, cárcel de tergal, en Arabia Saudí decretan mazmorra para el residente nativo propietario de una Biblia. O la expulsión si es forastero el que lee el Éxodo.
Un reportaje de ABC  acredita que en el mapamundi geopolítico dominado por la religión sarracena peligra el físico del cristiano de base. No importa que el catolicismo llegara a esas tierras varios siglos antes que el islamismo. Es el invasor el que aplica por la fuerza el derecho de admisión. Ocurre en Nigeria, donde los islamistas norteños quieren empujar hacia el sur a millones de cristianos mediante la violencia. Y ocurre en Irak, donde católico y mártir son términos complementarios.
La abolición de la ley del Talión por la aplicación del mensaje de Cristo explica que aquí no haya reciprocidad en el trato. Lo que no quiere decir que tengamos que aplaudir a los que nos cortan las manos, que es lo que hacen algunos cuando piden que Europa no imponga su criterio a quienes no aceptan las reglas. Son los mismos que, en nombre de una libertad asimétrica, exigen que la Mezquita de Córdoba sea utilizada por los musulmanes. Si se atreven a pedir lo mismo para los católicos en Irán les pago el viaje a Teherán. Y los gastos de hospital.