Quienes dan por hecho que hace sesenta millones de años,
millón arriba, millón abajo, un meteorito acabó con los diplodocus cuestionan
que hace dos mil y pico una mujer sin mancha pariera un redentor. Al no ponerse las gafas de cerca son incapaces de mirar la historia sagrada con buenos
ojos. De ahí que se le salgan de las órbitas por la conclusión sobre la
virginidad de María reflejada en el libro guía sobre los primeros años de Jesús
escrito por el Papa, quien al tiempo que reafirma el dogma cuestiona que en el
pesebre cohabitaran el reino animal y el rey de reyes.
Como el libro no es un cuento infantil sino literatura para
adultos el Papa huye del érase una vez para interpretar desde el rigor el
colorín, colorado del Antiguo Testamento que da paso al nacimiento de Jesús. Dado
que en los Evangelios no se alude a la presencia de la mula y el buey,
Benedicto XVI destaca que no está probada la presencia en el portal de la abuela
materna de Platero y del cuñado gracioso de la vaca que ríe.
La burla de los laicos que mantienen la escopeta cargada en
posición de apunten contra Su Santidad no ha tardado en llegar. Para hacerle la
contra reivindican la condición de establo del lugar de los hechos. Con lo que demuestran que no son santos, pero sí inocentes.
No se han parado a pensar que al desmontar parte del belén el Papa despoja del
escenario el atrezo superfluo. El minimalismo del paritorio agiganta la figura
del recién nacido.
Chesterton dice: "Al entrar en la Iglesia no se nos pide que nos quitemos la cabeza,tan sólo el sombrero"...
ResponderEliminarBuen día,Javier.
Su problema es que no entran en la Iglesia.
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