La España que considera que la muerte es la hermana muda de la revolución se alegra del fin de Cayetana porque, al creer que su óbito es un triunfo de la reforma agraria, otorga al fallo cardíaco el papel de alcalde de Marinaleda. Para esa España la muerte abandera la igualdad de clase porque no se frena ante el linaje ni deja de hacer guardia ante la clínica Ruber. Es, por así decirlo, una de los suyos.
Y, sin embargo, no hay nada más fascista que el luto, que no es color del dinero, sino la tonalidad de Hiroshima. Persigue a los ricos, sí, pero se ceba con los débiles. Hay, pues, que estar muy mal del corazón, la capital del afecto, para no entristecerse por estas cosas. No sé si alguien descorchará hoy sidra, el cava del pueblo, ante el palacio de Liria para festejar el deceso, pero no sería de extrañar si se tiene en cuenta que aquí son demasiados los que confían su venganza a la septicemia.
Descanse en paz doña Cayetana de Alba. Ayer,Centellas,el diputado de IU,vamos,del PC actual,dijo que "no se perdía nada y que la Casa de Alba no había aportado nada a la historia". A este zopenco reconstituido le regalaría yo un ejemplar de la Historía de España y le haría aprender de memoria,eso que tiene tan flojo,algunos capítulos. Un abrazo.
ResponderEliminarEs es el problema de estudiar historia desde el apriorismo. Un abrazo.
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